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​DE LOS NUEVOS TEXTOS

de Aquiles a zidane

27/10/2017

2 Comentarios

 

por Andrés

De Aquiles a Zidane
Como en todo lector, mi visión de la realidad ha sido modelada por el diálogo permanente con una serie de interlocutores a los que una y otra vez vuelvo en busca de conocimiento y belleza. Todos han sido citados en De Aquiles a Zidane, pero, dada su temática, es de justicia señalar la deuda que estas páginas guardan con tres escritores en concreto: Rafael Sánchez Ferlosio, Martha C. Nussbaum y Enric González.
​Hasta donde se me alcanza, ningún otro escritor ha tratado el asunto de la guerra, de sus motivaciones y de su relación con el deporte con una perspicacia similar a la del autor de La hija de la guerra y la madre de la patria (Rafael Sánchez Ferlosio). Muchos de los asuntos y enfoques de esta obra nacen de la lectura constante de las obras de Ferlosio, pues desde hace ya muchos años abrevo en su venero (por usar una de sus expresiones) tanto como mi entendimiento me permite.

En Martha Nussbaum descubrí un modo de abordar los problemas filosóficos de la literatura y las cuestiones literarias de la filosofía que, superando las artificiales barreras levantadas por los departamentos de Filología y Filosofía, reflexiona desde un enfoque a un tiempo académico y mundano sobre los interrogantes de los que necesariamente debe ocuparse la que Montaigne llamaba “la ciencia de vivir bien”.
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Y Enric González me enseñó que la crónica de un partido de fútbol puede ser mucho más que la sola crónica de un partido de fútbol.
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Asimismo, es necesario mencionar al gran filólogo barcelonés Luis Segalá y Estalella (1873-1938), a quien tantos miles de lectores hispanohablantes de varias generaciones debemos no solo la primera lectura —lo que ya de por sí sería suficiente motivo de agradecimiento— sino también la pasión por los poemas homéricos. Sus traducciones en prosa de la Ilíada y la Odisea poseen una belleza y un vigor que consuelan a quienes no podemos dirigirnos al texto original griego y nos tornan un poco menos amarga la ignorancia de dicha lengua. Esta no es una obra técnica de filología; no va dirigida a académicos ni especialistas. Su máxima aspiración es acercar a un público lego ciertos pasajes de la poesía épica y trágica cuyos significados nos revelan unos ideales de humanidad que acaso no debieran ser olvidados, y para semejante propósito nada mejor que las versiones del lingüista catalán. Sé que, desde una perspectiva estrictamente académica, quizá fuera más correcto emplear otras traducciones posteriores, más actualizadas, de la Ilíada y la Odisea, pero a mí, qué le vamos a hacer, Homero siempre me sonará al límpido castellano de don Luis.
​
Y por último quisiera referirme a los alumnos de los diferentes institutos públicos donde he tenido la fortuna de ejercer la docencia. Montaigne escribió que el niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender. Toda persona que se dedica a la enseñanza por auténtica vocación sabe que no existe situación comparable a la que se produce cuando la chispa que se intenta transmitir al alumno al final prende en su conciencia y se propaga un fuego cuyas consecuencias deben valorarse sobre todo en términos de libertad e ilustración, emancipación y ciudadanía (y no, dicho sea de paso, en los solos términos de rentabilidad económica, competitividad, empleabilidad, mercado de trabajo y espíritu emprendedor, como afirma el actual discurso economicista que trata de imponer su marco conceptual en el mundo educativo). No existe emoción intelectual similar. Sin embargo, para reflejar la labor docente, dado que los resultados de un incendio son justo lo contrario a lo que se pretende aludir, prefiero la metáfora del agua a la del fuego. El agua que riega una planta le permite a esta brotar, crecer, desarrollarse. Le permite florecer, llegar a ser la mejor versión de sí misma que pueda llegar a ser (el propio Homero emplea esta figura cuando la madre de Aquiles se lamenta por el futuro que le aguarda a su hijo, “que creció como un retoño y al que crié como un árbol en la ladera de una viña”). No se trata, por tanto, de llenar un recipiente vacío, sino de hidratar, o, mejor todavía, fertilizar un organismo en evolución. Así que la metáfora que quizá refleje de forma más acertada la labor docente es la del abono. A fin de cuentas, ¿quién puede asegurar que no ha tenido nunca un profesor que fuese una mierda? En cualquier caso, ya se escoja la imagen del fuego, del agua o del estiércol para ilustrar la tarea del maestro, no debe olvidarse que este proceso de fertilización es recíproco: el buen profesor favorece el florecimiento de los alumnos en la misma medida que los buenos alumnos propician el florecimiento del profesor. Ignoro para cuántos de mis alumnos habré sido el tipo de docente al que aludía en la pregunta anterior (más de uno, me temo), pero de lo que estoy seguro es de que yo he contado con el mejor abono posible. Gracias.
 
Algunas recomendaciones bibliográficas de los autores citados en este post:
 
De Sánchez Ferlosio: La hija de la guerra y la madre de la patria (Destino, Madrid, 2002); Homilía del ratón (Ediciones El País, Madrid, 1986); Ensayos y artículos, 2 vol. (Destino, Barcelona, 1992); Vendrán más años malos y nos harán más ciegos (Destino, Barcelona, 1993); Mientras no cambien los dioses, nada habrá cambiado (Destino, Madrid, 2002); Sobre la guerra (Destino, Madrid, 2007); God & Gun. Apuntes de polemología (Destino, Barcelona, 2008).
 
De Martha Nussbaum: La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega (Visor, Madrid, 1995, trad. Antonio Ballesteros); El conocimiento del amor. Ensayos sobre filosofía y literatura (A. Machado Libros, Madrid, 2005, trad. Rocío Orsi Portalo y Juana María Inarejos Ortiz); La terapia del deseo. Teoría y práctica en la ética helenística (Paidós, Barcelona, 2003, trad. de Miguel Candel); Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades (Katz, Madrid, 2010, trad. María Victoria Rodil).
 
De Enric González: Historias del Calcio. Una crónica de Italia a través del fútbol (RBA, Barcelona, 2007) y Una cuestión de fe (Libros del K.O., Madrid, 2012).
2 Comentarios
Alberto
25/1/2018 09:02:06 am

Tengo ya este libro en mis manos y he llegado hasta esta web en mi deseo de saber más del qué y el porqué de estas historias. Agradezco a Andrés Albalate esta glosa de lo que explica en la contraportada del libro. La sola mención de Enric González es tanto un juego de seducción como una auto carga de responsabilidad. Llevo unas cuantas páginas de (re)lectura, y la aguanta muy bien. ¡Seguiremos con ello!

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ISABEL link
26/1/2018 01:44:28 pm

Querido lector, gracias por tu comentario amable. Nos ha encantado saber que De Aquiles a Zidane no solo permite una lectura sino también una relectura. ¡Ánimo con ella!

Isabel

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