por isabel
Anoche en mi TL apareció @lectorafutura con un artículo vía @elpais_cultura (no hablo chino, es idioma moderno) que me atrapó. Tengo que decir, antes de nada, que @lectorafutura es mi espigadora de cabecera en Twitter, si te interesa saber por qué otro día te lo cuento. El caso es que el contenido del artículo (puedes leerlo aquí) da para mucho debate sobre el gigante Amazon: ángel o demonio, ángel exterminador (de librerías), ángel anunciador (de un mundo nuevo), este niño es un demonio, etc.
De todos los elementos diferenciadores y originales de su nueva librería en Seattle, lo que más me sorprendió fue la colocación de los libros de cara y no de canto, es decir, mostrando la cubierta del libro y no su lomo. Tiene mucho que ver aquí el hecho de que la disposición de libros y estantes en la librería responde a criterios que dicta la “masa compradora-usuaria-recomendadora”, pues los libros que te suenan se reconocen a golpe de vista en una compra impulsiva. Pero, independientemente de que sea más o menos positivo que quien decida o mande sea el comprador (cualquier cosa es mejor a que mande el que más paga por estar ahí), la idea de que los libros, TODOS los libros, den la cara al público es positiva se mire por donde se mire.
En Amazon dicen que los libros de cara invitan a cogerlos y es verdad. Tanto si entras en una librería a ver qué encuentras como si vas con una idea fija, es más fácil ver un libro de cara y se multiplican las posibilidades de comprarlo.
Para los libros de segunda, tercera o cuarta que tienen la suerte de llegar al estante de una librería “tradicional” (grande o pequeña), sería una buena cosa que el librero los colocara de cara, y les diera también a ellos la oportunidad de gustar, de atraer, de lucirse un poco. A lo mejor algo cambia y resulta que el tocho rechoncho y brillante que descansa panza arriba en la mesa, sabiéndose vendido, pierde el concurso de belleza por una vez.
Amazon entiende como nadie la plasticidad de Internet, su capacidad para producir respuestas más complejas cuanto más exigentes son los estímulos ambientales; exactamente lo que el cerebro hace para adaptarse mejor al medio. ¿Será otro monstruo gótico-loco a punto de desmadrarse, como nuestro Franki? El tiempo lo dirá.
De todos los elementos diferenciadores y originales de su nueva librería en Seattle, lo que más me sorprendió fue la colocación de los libros de cara y no de canto, es decir, mostrando la cubierta del libro y no su lomo. Tiene mucho que ver aquí el hecho de que la disposición de libros y estantes en la librería responde a criterios que dicta la “masa compradora-usuaria-recomendadora”, pues los libros que te suenan se reconocen a golpe de vista en una compra impulsiva. Pero, independientemente de que sea más o menos positivo que quien decida o mande sea el comprador (cualquier cosa es mejor a que mande el que más paga por estar ahí), la idea de que los libros, TODOS los libros, den la cara al público es positiva se mire por donde se mire.
En Amazon dicen que los libros de cara invitan a cogerlos y es verdad. Tanto si entras en una librería a ver qué encuentras como si vas con una idea fija, es más fácil ver un libro de cara y se multiplican las posibilidades de comprarlo.
Para los libros de segunda, tercera o cuarta que tienen la suerte de llegar al estante de una librería “tradicional” (grande o pequeña), sería una buena cosa que el librero los colocara de cara, y les diera también a ellos la oportunidad de gustar, de atraer, de lucirse un poco. A lo mejor algo cambia y resulta que el tocho rechoncho y brillante que descansa panza arriba en la mesa, sabiéndose vendido, pierde el concurso de belleza por una vez.
Amazon entiende como nadie la plasticidad de Internet, su capacidad para producir respuestas más complejas cuanto más exigentes son los estímulos ambientales; exactamente lo que el cerebro hace para adaptarse mejor al medio. ¿Será otro monstruo gótico-loco a punto de desmadrarse, como nuestro Franki? El tiempo lo dirá.